1 jul 2017

querido tío




Querido tío,

Hoy es el orgullo mundial en Madrid. Se engalanan los vecinos de enfrente, la ciudad hierve de purpurina, los periódicos y los museos se visten de arcoíris y yo pienso en ti.
En ti y en José Luis que quizás esté por aquí o tal vez sentado en un salón con cortinas de macramé, allí en Málaga, viendo el desfilé por televisión, a escondidas de su mujer que colabora con la parroquia para la próxima procesión de la inmaculada. Recuerdo las polaroids borrosas que tu hijo robó del cajón con llave de tu escritorio, vuestras pollas paralelas, vuestras sonrisas húmedas. Mi primera vez con José Luis en el pajar. Cómo lo echaste de tu casa. Era bello, a mí también me lo parecía.
Hoy, mientras te escribo, estoy sola. Amé mucho y pocas veces bien, tuve novias y novios, milité por ser y no ser, por desear a la vez, por negar el armario que, en aquel entonces, solo servía para guardar sábanas y olor a naftalina. Peleo todavía. Hoy el sexo tiene muchos prefijos y se escribe sobre ellos en diarios de tirada nacional. Con ellos me pasa lo que experimentaba en las tiendas de ropa donde me llevaba mi vieja, nada me quedaba.
Hoy marcharé con otros miles que tienen clara su identidad mientras yo no logro dar con ella. Envidio su coherencia. Su seguridad. Sus pocas dudas. Me gustaría saber que siempre me atraerán ellos, o ellas, vestirme en consecuencia, tener amigos afines, sentirme parte de una familia. Desfilar detrás de una bandera que sintiese mía.
Hoy marcharé por ti, querido tío, por todos los que, como tú, no pueden estar ya porque se los llevó por delante el SIDA de los ochenta. El que no dejaba lugar a dudas, el que os arrancaba la piel a jirones y os aislaba de cualquier abrazo, el que vi desfigurarte en una habitación de hospital donde las enfermeras entraban con traje de buzo.
Hoy marcharé por ti, querido tío, por ti y por tu último novio, él que no pudo ir a recoger sus cosas en vuestra casa porque mi primo cambió la cerradura mientras se celebraba tu funeral donde no vino ni el tato.
Hoy marcharé, querido tío, para que el arcoíris se vuelva blanco de moverse tanto, como en los experimentos de óptica que hacíamos en el colegio. Entonces sí quizás encontraré la bandera que me deje sonrojarme cada vez que alguien me invade, me descalabre, me ocupe sin remedio. Una bandera que no pueda traicionar.  Hoy marcharé por ti y por mí, querido tío. Te quiero.